miércoles, 21 de junio de 2017

DISCURSO DE DANIEL SIMON, PRESIDENTE DE LA AMICAL DE MAUTHAUSEN EN LA CEREMONIA DE RE-INHUMACIÓN DE FRANCISCO BOIX

Daniel SIMON
Presidente de la Amical de Mauthausen

Ceremonia de re-inhumación de Francisco Boix
cementerio parisino del Père-Lachaise
16 de junio de 2017

Voy a intentar captar lo que está en juego aquí en este instante, la relación entre el motivo concreto de nuestro encuentro y las significaciones que se adhieren a él para transcender su papel. A lo largo de los años en los que la Amical de Mauthausen ha mantenido la voluntad de conservar una sepultura para Francisco Boix, en la energía misma que necesitaba tal acción, nunca omitimos plantearnos las preguntas de este enigma : ¿ por qué obstinarse ? ¿ No es descabellado luchar así contra el tiempo ?

Este ataúd contiene los restos de un hombre, sesenta y seis años después de su inhumación. Es también, evidentemente, el receptáculo simbólico de una historia colectiva, aún ardiente y palpitante. ¿ Cómo se podría hacer abstracción de tal fondo ? Es imposible deshistoricizar el acontecimiento. Es cierto que hemos soñado con que esta ceremonia sea menos humilde y discreta que la de 1951 ; no teníamos totalmente conciencia del ancho eco que tendría.

Empecemos por el hecho- todos lo conocéis,  ya que vinistéis.

La tumba de Francisco Boix en el cementerio de Thiais estaba condenada a desaparecer.  La complejidad insospechada de un traslado, los  numerosos  impedimentos que hubo que sortear,  de los que no haré aquí el recuento. Me limitaré a nombrar, arriesgando agredir su discreción, a las dos personas que,  en el largo período, han llevado y dado vida, con empeño e intransigencia, a la decisión tomada por el buró de nuestra asociación de perennizar la sepultura, incluso a costa, de ser necesario, de una nueva sepultura. Sin Pierrette Saez y Rosa Sterquel, es  muy probable que la continuidad en el esfuerzo hubiera decaído. Expreso aquí,  por otra parte,  nuestro agradecimiento a las instituciones que han hecho posible vencer uno tras otro todos los obstáculos, tanto administrativos, técnicos, como financieros. Entre esos apoyos, la contribución, altamente simbólica, de Austria y la de la municipalidad de Barcelona.  Subrayaré por fin el apoyo de la Ciudad de París, en varios de sus servicios, con un seguimiento regular del progreso del expediente, de una calidad benéfica y soy feliz de exponerlo públicamente ante la Señora Hidalgo. Damos por fin las gracias a los numerosos amigos, franceses y españoles que mostraron que les importaba la realización de esa acción, contestando al llamamiento  de la suscripción, creando así una obligación de resultado. Al fin y al cabo, después de haber debido ponernos en contacto con Italia, México y gracias al trabajo voluntario que  aceptó de llevar a cabo un genealogista catalán, obtuvimos el derecho a exhumar, el acceso a un lugar prestigioso donde nos encontramos, hemos podido comprar la concesión de una nueva sepultura en el espacio mismo, o faltó poco,  en el que están,  los  monumentos, estelas del recuerdo de los campos y de los combates llevados en varios escenarios de operaciones por los republicanos españoles, curtidos e intrépidos hasta en la posición de vencidos.

¿ Quién fue el hombre al que rendimos este homenaje ? Muy brevemente :

-      Un combatiente español, uno de los 7000 de Mauthausen, uno de los 2000 supervivientes – y esta ceremonia no valdrá como finiquito.

-      Uno de los principales protagonistas de una  acción excepcional de resistencia, llevada a cabo con el tiempo, en el campo mismo : sustraer al Servicio de  identificación SS del campo centenares de fotos, que constituyen hoy en día un fondo histórico excepcional, del que una  gran parte es conservada en los Archivos nacionales.

-       Un testigo que autentificó y comentó algunas de esas imágenes, ante el tribunal militar internacional de Nuremberg, y después ante el tribunal americano de Dachau.

-       Un hombre del que medimos mejor, desde hace poco, la extensión de su actividad de fotógrafo, desde la guerra de España, en Mauthausen, en Francia y hasta en Argelia, de 1945 a su muerte.

-       Un hombre cuyos camaradas próximos han mantenido el recuerdo, en toda discreción, durante decenios, cuidando su tumba, mientras la Amical de Mauthausen renovaba la concesión.

-    Una figura singular, sin duda alguna, cuyo aspecto seductor  deslumbraba  aún, al final de su vida, la mirada de Gisèle Guillemot, superviviente de Ravensbrück y de Mauthausen, fallecida hace cuatro años. Y hoy en día Madeleine Riffaud, quien se evadió del tren de la deportación y quien, sin duda se nos juntará dentro de un rato, orgullosas y emocionadas ambas, en términos idénticos, de haber « conocido  muy bien …¡ a Paquito… ! » cuando era foto-reportero en el periódico l’Humanité.

Lo esencial del sentido está en otra parte, en lo que está vivo y palpita. Nombrémoslo :

·      en España : la cuestión de la « recuperación de la memoria histórica », una exigencia y una llaga que sigue abierta, en busca de un estandarte simbólico; en Cataluña más específicamente, donde Francesc Boix, estos últimos años, representa bastante bien la figura de un héroe; en Francia, a la que los amigos españoles piden sin cesar que « se repare la historia », proclamando, bien claramente, que sí que fue indigna la acogida que se dio a los exiliados forzados de 1939 después del abandono de la República a su suerte, como fue indigna la parte tomada por Vichy en la expoliación del estatuto de presos de guerra y por lo tanto el traslado a Mauthausen de los refugiados republicanos de nuevo vencidos bajo el uniforme francés, deportados en la categoría injusta e infamante de « apátridas », marcados con el triángulo azul. Infinitamente dolorosa por fin, la repatriación imposible en 1945, los vencedores, de los que éramos, habiendo dejado que el dictador español  siguiera haciendo estragos treinta años más.

A unos metros de aquí, en diciembre de 2000, por primera vez, fue rendido  un « Homenaje nacional » a los republicanos españoles deportados de Francia », presidido por el ministro Jean-Pierre Masseret, ante la estela del recuerdo de los republicanos y el monumento dedicado a Mauthausen, prolongado por una ceremonia en la alcaldía del XX° distrito. Desde esa fecha y los numerosos acontecimientos conmemorativos y culturales de estos últimos años, especialmente en París, no es verdad que la suerte de los refugiados republicanos sea desconocida.  No obstante, es como si fuera siempre la primera vez que voces francesas lo atestiguan y afirman la responsabilidad de Francia. Es así –en eso es cómo se mide la virulencia incurable de la herida.

Sin embargo, no es esto una escena de duelo, aunque la solemnidad del rito lo semeje, como las emociones que toman cuerpo en nosotros. ¿ A qué imperiosa necesidad corresponde el rito funerario, dispendioso en todo ? ¿ No hay nada más urgente, incluso para una asociación de memoria ?  ¿ No es movilizar en exceso nuestras flacas fuerzas, mientras que nos queremos de mejor grado  ocupados en encontrarnos con nuestros contemporáneos, que adictos a replegarnos en los cementerios ? A esas dudas, que pueden surgir, la respuesta es sencilla : esa acción no nos ha desviado de la atención dada a los vivos – si hace falta un ejemplo, aquí va : el apoyo activo y muy acaparador, impulsado por tal de nosotros, además muy ocupada en resolver el caso Boix, a los inmigrantes indocumentados…Son por lo tanto dos compromisos concurrentes, se nutren uno del otro, en un fortalecimiento de la conciencia y de la inteligencia de lo real, de su espesura histórica.

Lo funerario siempre corre parejas con lo simbólico, y la tonalidad del símbolo  no es ni vana ni  fútil. El crimen mayor cometido por los nazis contra la condición de ser humano fue el no ver en el cadáver de sus víctimas sino un deshecho, materia vil que seguía siendo explotable. Reparamos indefectiblemente la ignominia sufrida por los millones de muertos de los campos considerados de tal modo. Un episodio casi imperceptible pero extraordinario, de ese choque de dos universos : el 26 de agosto de 1940 -  los primeros detenidos españoles llegaron a Mauthausen a principios de agosto – José Marfil Escalona fue el primero entre ellos en sucumbir. Al final de la jornada, los españoles se reunieron y acordaron un minuto de silencio. Gesto de humanidad, respeto de los muertos, acción colectiva : los SS fueron estupefactos por esta violación inaudita de las lógicas del campo, que no pudo repetirse.

Jorge Semprún (resistente francés y deportado español en Buchenwald, triángulo rojo), retoma de  Paul Celan la imagen de la suerte prometida por los nazis a los deportados : « una tumba en medio de las nubes ». Bella imagen no cabe duda, perfectamente cínica, eco de aquel tiempo en que « la muerte era un amo de Alemania ».

Respecto a la memoria, el trancurso del tiempo no tiene el poder. La memoria se construye o se esfuma según otras leyes, las de las necesidades del momento, es el barómetro de las subjetividades. Francisco Boix es más visible que hace cincuenta años, exige más.

Somos  bastantes aquí en desconfiar de las reliquias, amuletos y otras prácticas mágicas. No obstante, la primera emoción que compartimos sin duda alguna es el espanto ante una tumba. Otras emociones se mezclan, creando un magma indiferenciado, en la convergencia de generaciones, geografías, legitimidades y poderes, donde predominan, bien natural es, para los amigos de origen español, los rancios olores y la rabia sumergida del exilio sufrido, las tergiversaciones políticas y finalmente la ocultación sin cesar prorrogada de los crímenes del franquismo, que nutren los intentos comprensibles de instrumentalización de ese asunto de sepultura, porque todo es bueno, cuando nada es posible.

¿ Por qué  el estado emocional sigue siendo tan vivo y como si estuviera tetanizado ? Cuando el pasado no pasa, es que hay un cerrojo, que algo hace obstáculo. ¿ Hasta dónde ? ¿ Hasta cuándo ? Oso una hipótesis : hasta la apertura de las fosas comunes donde siguen amontonadas las víctimas de la dictadura…Cuestión central, que hace eco muy lejano a nuestra ceremonia. La morbosidad es el no cambiar nada.

Francisco Boix habrá sido acogido cuatro veces en el suelo francés : dos veces vivo, dos veces sus restos. Nunca fue francés, no fue nunca más español. Tres lugares emblemáticos de nuestra geografía cultural en adelante se corresponden, objeto los tres de una codificación cultural : la casa de Poble Sec (el barrio de Barcelona donde nació Francesc Boix), la casa de Anna Pointner (esa habitante de Mauthausen que aceptó esconder los centenares de negativos y de tiradas robados y donde Francisco sacó una bonita foto familiar  tras la liberación, por fin la morada última, esta vez perpétua, esta sepultura  nueva en el cementerio parisino del Père-Lachaise.

Desplazar a los muertos, dar la vuelta a los cuerpos, para averiguar que  sí siguen estando en nuestra vida. Sin osar una analogía que sería  simplista, creo que estaríamos equivocados ocultando el alcance antropológico de lo que estamos realizando. Dar la vuelta a los muertos es un uso de algunos pueblos, los torajas en la isla indonesia de las Célebes, y sus lejanos primos de la orilla opuesta del océano índico, los Merinas, quienes habitan en las altas tierras del centro de Madagascar. Periódicamente, cada siete años creo, proceden a la exhumación de los muertos para darles la vuelta, antes de volverlos a inhumar, al cabo de dos días de ritos festivos, en el transcurso de los cuales recuerdo que llevan al muerto en los brazos sacudiéndole  como para despertarle e impedir que esté triste. Somos más sobrios, menos exigentes, menos inventivos.

No son los merinas quienes han germinado los versos que aquí van del poeta Paul Celan :

 El cráneo por encima
Vuelto, donde sobre
El tiempo sin sueño un
Martillo fuego-fatuando
Canta todo eso en la candencia
Del mundo.

En este instante, en esta acción, somos la humanidad. Atravesada por obsesiones, impotencias, apegos patéticos, en los que se mezclan inextricablemente motivos racionales y sedes imperiosas del alma, de los que los cementerios acogen a menudo los desahogos y las represiones –éste  mucho más que otros. Hoy, ofrecemos a Francisco Boix la hospitalidad, en la tonalidad más noble que pueda ser, aunque sea tan tarde, y mucho más allá  de los usos ordinarios.


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Traducción al castellano de Rose-Marie Serrano

Galería fotográfica (fotos Sonia y Rose-Marie)












Daniel SIMON
 président de l’Amicale de Mauthausen

Cérémonie de ré-inhumation de Francisco BOIX
 cimetière parisien du Père-Lachaise
16 juin 2017


Je voudrais tenter de saisir ce qui se joue ici en cet instant, le rapport entre le motif matériel de notre rassemblement et les significations qui s’y accrochent pour en transcender la fonction. Au long des années durant lesquelles l’Amicale de Mauthausen a porté la volonté de sauvegarder une sépulture de Francisco Boix, dans l’énergie même que cette action requérait, nous n’avons pas négligé de nous poser des questions sur cette énigme : pourquoi s’obstiner ? n’est-il pas déraisonnable de lutter ainsi contre le temps ?

Ce cercueil contient les restes d’un homme, soixante-six ans après son inhumation. Il est aussi, à l’évidence, le réceptacle symbolique d’une histoire collective, encore brûlante et palpitante. Comment ferait-on abstraction de cet arrière-plan ? Il est impossible de déshistoriciser l’événement. Certes, nous avons rêvé que cette cérémonie soit moins humble et discrète que celle de 1951 ; nous n’avions pas tout à fait conscience du large écho qu’elle rencontrerait.

Partons du fait – vous le connaissez tous, puisque vous êtes venus.

La tombe de Francisco Boix au cimetière de Thiais était vouée à disparaître. La complexité insoupçonnée d’un transfert, les embûches multiples qu’il fallut affronter, je n’en ferai pas ici la chronique. Je me limiterai à nommer, au risque d’agresser leur discrétion, les deux personnes qui, sur la longue durée, ont porté et donné corps, avec opiniâtreté et intransigeance, à la décision prise par le bureau de notre association de pérenniser la sépulture, au prix, si nécessaire, d’un nouvel emplacement. Sans Pierrette Saez et Rosa Sterquel, il est fort probable que la continuité de l’effort eût fléchi. J’exprime par ailleurs notre gratitude aux institutions qui ont rendu possible de lever l’un après l’autre les obstacles, tant administratifs, techniques que financiers. Parmi ces soutiens, la contribution importante, hautement symbolique, de l’Autriche, et celui de la Municipalité de Barcelone. Je soulignerai enfin le soutien de la Ville de Paris, en plusieurs de ses services, un suivi régulier de l’avancement du dossier, d’une qualité bienfaisante, et je suis heureux d’en faire état publiquement devant Madame Hidalgo. Que soient enfin remerciés les très nombreux amis, Français et Espagnols, qui ont montré qu’ils tenaient à la réalisation de cette action, en répondant à l’appel à souscription, créant ainsi une obligation de résultat. Au bout du compte, après avoir dû démarcher en Italie, au Mexique, et grâce au travail bénévole que voulut bien fournir un généalogiste catalan, nous avons obtenu le droit d’exhumer, l’accès au lieu prestigieux où nous nous tenons, nous avons pu acheter la concession d’une nouvelle sépulture dans l’espace même, ou peu s’en faut, des monuments et stèles du souvenir des camps et des combats menés sur plusieurs théâtres d’opérations par les républicains espagnols, aguerris et intrépides jusque dans la position de vaincus.

Quel fut l’homme auquel nous rendons cet hommage ? Très succinctement :       
- un combattant républicain espagnol, l’un des 7000 de Mauthausen, l’un des 2000 rescapés – et cette cérémonie ne vaudra pas solde de tout compte.
- l’un des principaux protagonistes d’une action exceptionnelle de résistance, conduite sur la longue durée, au camp même : soustraire au Service d’identification SS du camp des centaines de photographies, qui constituent aujourd’hui un fonds historique exceptionnel, dont une large part est conservée aux Archives nationales.
- un témoin authentifiant et commentant certaines de ces images, devant le tribunal militaire international de Nuremberg, puis le tribunal américain de Dachau.
- un homme dont on mesure mieux, depuis peu, l’étendue de son activité de photographe, dès la guerre d’Espagne, à Mauthausen, en France et jusqu’en Algérie, de 1945 à sa mort.
- un homme dont les proches camarades ont maintenu le souvenir, en toute discrétion, durant des décennies, en entretenant sa tombe, tandis que l’Amicale de Mauthausen renouvelait la concession.
- une figure singulière, indubitablement, dont la dégaine charmeuse illuminait encore, à la fin de sa vie, le regard de Gisèle Guillemot, rescapée de Ravensbrück et Mauthausen, décédée il y a quatre ans. Et aujourd’hui Madeleine Riffaud, qui s’évada du train de la déportation et qui sans doute nous rejoindra tout à l’heure, fières et émues l’une et l’autre, en des termes identiques, d’avoir « bien connu le petit Paco… ! » lorsqu’il était photo-reporter au journal L’Humanité.

L’essentiel du sens est ailleurs, dans ce qui est vivant et palpite. Nommons-le :
• en Espagne : la question de la « récupération de la mémoire historique », une exigence et une plaie toujours ouverte, en quête d’étendard symbolique ;
• en Catalogne plus spécifiquement, où Francesc Boix, ces dernières années, campe assez bien la figure d’un héros ;
• en France, à laquelle les amis espagnols demandent sans cesse de « réparer l’histoire », en proclamant, bien distinctement, que oui, il fut indigne, l’accueil fait aux exilés forcés de 1939 après l’abandon à son sort de la République, comme fut indigne la part prise par Vichy dans la spoliation du statut de prisonniers de guerre et donc le transfert à Mauthausen des réfugiés républicains de nouveau vaincus sous uniforme français, déportés dans la catégorie injuste et infamante d’ « apatrides », marqués du triangle bleu. Infiniment douloureux enfin, le rapatriement impossible en 1945, les vainqueurs, dont nous étions, ayant laissé le dictateur espagnol sévir trente années de plus.

A quelques pas d’ici, en décembre 2000, pour la première fois, fut rendu un « Hommage national aux républicains espagnols déportés de France », présidé par le ministre Jean-Pierre Masseret, devant la stèle du souvenir des républicains et le monument dédié à Mauthausen, prolongé par une cérémonie à la mairie du XXe arrondissement. Depuis cette date et les nombreux événements commémoratifs et culturels de ces dernières années, spécialement à Paris, il n’est pas vrai que le sort des réfugiés républicains soit méconnu. Cependant, c’est comme si c’était toujours la première fois que des voix françaises en portent témoignage et affirment la responsabilité de la France. C’est ainsi – à cela se mesure la virulence inguérissable de la blessure.

Pour autant, ce n’est pas ici une scène de deuil, quoique la solennité du rituel s’y apparente, de même que les émotions qui prennent corps en nous. A quelle impérieuse nécessité le rite funéraire répond-il, dispendieux à tous égards ? N’y a-t-il donc rien de plus urgent, y compris pour une association de mémoire ? N’est-ce pas mobiliser à l’excès nos maigres forces, alors que nous nous voulons plus volontiers occupés à rencontrer nos contemporains que portés au repli dans les cimetières ? A ces doutes qui peuvent poindre, la réponse est simple : cette action ne nous a pas détournés de l’attention portée aux vivants – s’il faut un exemple, le voici : le soutien actif et très accaparant apporté par telle d’entre nous, par ailleurs fort occupée à résoudre le cas Boix, aux migrants sans papier… Ce ne sont donc pas deux engagements concurrents, ils se nourrissent l’un l’autre, dans une fortification de la conscience et de l’intelligence du réel, de son épaisseur historique.

Le funéraire est toujours du domaine du symbolique, et le registre du symbole n’est ni vain ni futile. Le crime majeur accompli par les nazis contre la condition d’homme fut de ne pas voir dans le cadavre de leurs victimes autre chose que déchet, matière vile et encore exploitable. Nous réparons indéfectiblement l’ignominie subie par les millions de morts des camps considérés de la sorte. Un épisode presque imperceptible mais extraordinaire, de ce choc de deux univers : le 26 août 1940 – les premiers détenus espagnols sont arrivés à Mauthausen début août – José Marfil Escabona est le premier d’entre eux à succomber. En fin de journée, les Espagnols se rassemblent et décident une minute de silence. Geste d’humanité, respect des morts, action collective : les SS sont stupéfiés par cette violation inouïe des logiques du camp, qui n’aura pas loisir de se renouveler.

Jorge Semprun (résistant français et déporté espagnol à Buchenwald, triangle rouge), emprunte à Paul Celan l’image du sort promis par les nazis aux déportés : « une tombe au milieu des nuages ». Belle image sans doute, parfaitement cynique, écho de ce temps où « la mort est un maître d’Allemagne ».

En matière de mémoire, l’écoulement du temps n’a pas le pouvoir. La mémoire se construit ou s’estompe selon d’autres lois, celles des besoins du moment, elle est le baromètre des subjectivités. Francisco Boix est plus visible qu’il y a cinquante ans, il requiert davantage.

Nous sommes assez nombreux ici à nous méfier des reliques, fétiches et autres pratiques magiques. Pour autant, la première émotion que nous partageons sans conteste est l’effroi au bord d’un caveau. D’autres émotions s’entremêlent, créant un magma indistinct, dans la convergence de générations, géographies, légitimités et pouvoirs, où prédominent, c’est bien naturel, pour les amis espagnols ou d’origine espagnole, les remugles et la rage enfouie de l’exil subi, des atermoiements politiques et finalement de l’occultation sans cesse reconduite des crimes du franquisme, qui nourrissent les tentatives compréhensibles d’instrumentalisation de cette affaire de sépulture, parce que tout est bon, lorsque rien n’est possible.

Pourquoi l’état émotionnel demeure-t-il si vif et comme tétanisé ? Lorsque le passé ne passe pas, c’est qu’il y a un verrou, que quelque chose fait obstacle. Jusqu’où ? jusqu’à quand ? J’ose une hypothèse : jusqu’à l’ouverture des fosses communes où demeurent entassées les victimes de la dictature… Question centrale, qui fait écho très lointain à notre cérémonie. La morbidité, c’est de ne toucher à rien.

Francisco Boix aura été quatre fois accueilli sur le sol de France : deux fois vivant, deux fois sa dépouille. Il ne fut jamais Français, ne fut plus jamais Espagnol. Trois lieux emblématiques de notre géographie culturelle désormais se font signe, objets tous trois d’un codage culturel : la maison de Poble Sec (le quartier de Barcelone où est né Francesc Boix), la maison d’Anna Pointner (cette habitante de Mauthausen qui accepta de cacher les centaines de négatifs et tirages volés, et où Francisco fit une belle photo de famille, à la libération), enfin la demeure ultime, cette fois dite perpétuelle, cette sépulture nouvelle au cimetière parisien du Père-Lachaise.

Déplacer les morts, retourner les corps, pour vérifier qu’ils sont bien dans notre vie. Sans oser une analogie qui serait simpliste, je crois qu’on aurait tort d’occulter la portée anthropologique de ce que nous sommes en train d’accomplir. Retourner les morts est un usage de quelques peuples, les Torajas sur l’île indonésienne des Célèbes, et leurs lointains cousins de la rive opposée de l’océan indien, les Merinas, qui habitent les hautes terres du centre de Madagascar. Périodiquement, tous les sept ans je crois, ils procèdent à l’exhumation des morts, pour les retourner, avant de les ré-inhumer, au terme de deux jours de rites festifs, au cours desquels je retiens qu’on porte le défunt à bout de bras en le secouant comme pour le réveiller et l’empêcher d’être triste. Nous sommes plus sobres, moins exigeants, moins inventifs.

Ce ne sont pas les Mérinas qui ont ensemencé les vers que voici du poète Paul Celan :

Le crâne par-dessus
Retourné, où sur
Le temps sans sommeil un
Marteau feu-folletant
Chante tout ça dans la cadence
Du monde.

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En cet instant, dans cette action, nous sommes l’humanité. Traversée de hantises, d’impuissances, d’attachements pathétiques, où se mêlent inextricablement des motifs rationnels et des soifs impérieuses de l’âme, dont les cimetières accueillent souvent les épanchements et les refoulements – celui-ci plus que bien d’autres. Aujourd’hui, nous offrons à Francisco Boix l’hospitalité, sur le registre le plus noble qui soit, fût-ce si tard, et très au-delà des usages ordinaires.

1 comentario:

  1. Como miembro de la amicale de Mauthausen de Francia, estoy orgulloso del trabajo realizado con Francesc Boix. Merci beaucoup pour ce coup de coeur!

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