Daniel
SIMON
Presidente
de la Amical de Mauthausen
Ceremonia de re-inhumación de Francisco
Boix
cementerio
parisino del Père-Lachaise
16
de junio de 2017
Voy
a intentar captar lo que está en juego aquí en este instante, la relación entre
el motivo concreto de nuestro encuentro y las significaciones que se adhieren a
él para transcender su papel. A lo largo de los años en los que la Amical de
Mauthausen ha mantenido la voluntad de conservar una sepultura para Francisco
Boix, en la energía misma que necesitaba tal acción, nunca omitimos plantearnos
las preguntas de este enigma : ¿ por qué obstinarse ? ¿ No es
descabellado luchar así contra el tiempo ?
Este
ataúd contiene los restos de un hombre, sesenta y seis años después de su
inhumación. Es también, evidentemente, el receptáculo simbólico de una historia
colectiva, aún ardiente y palpitante. ¿ Cómo se podría hacer abstracción de tal
fondo ? Es imposible deshistoricizar el acontecimiento. Es cierto que
hemos soñado con que esta ceremonia sea menos humilde y discreta que la de
1951 ; no teníamos totalmente conciencia del ancho eco que tendría.
Empecemos
por el hecho- todos lo conocéis,
ya que vinistéis.
La
tumba de Francisco Boix en el cementerio de Thiais estaba condenada a
desaparecer. La complejidad insospechada
de un traslado, los numerosos impedimentos que hubo que sortear, de los que no haré aquí el recuento. Me
limitaré a nombrar, arriesgando agredir su discreción, a las dos personas
que, en el largo período, han llevado
y dado vida, con empeño e intransigencia, a la decisión tomada por el buró de
nuestra asociación de perennizar la sepultura, incluso a costa, de ser
necesario, de una nueva sepultura. Sin Pierrette Saez y Rosa Sterquel, es muy probable que la continuidad en el
esfuerzo hubiera decaído. Expreso aquí, por otra parte, nuestro agradecimiento a las instituciones que han hecho
posible vencer uno tras otro todos los obstáculos, tanto administrativos,
técnicos, como financieros. Entre esos apoyos, la contribución, altamente
simbólica, de Austria y la de la municipalidad de Barcelona. Subrayaré por fin el apoyo de la Ciudad
de París, en varios de sus servicios, con un seguimiento regular del progreso
del expediente, de una calidad benéfica y soy feliz de exponerlo públicamente
ante la Señora Hidalgo. Damos por fin las gracias a los numerosos amigos,
franceses y españoles que mostraron que les importaba la realización de esa
acción, contestando al llamamiento
de la suscripción, creando así una obligación de resultado. Al fin y al
cabo, después de haber debido ponernos en contacto con Italia, México y gracias
al trabajo voluntario que aceptó
de llevar a cabo un genealogista catalán, obtuvimos el derecho a exhumar, el
acceso a un lugar prestigioso donde nos encontramos, hemos podido comprar la
concesión de una nueva sepultura en el espacio mismo, o faltó poco, en el que están, los monumentos, estelas del recuerdo de los campos y de los
combates llevados en varios escenarios de operaciones por los republicanos
españoles, curtidos e intrépidos hasta en la posición de vencidos.
¿
Quién fue el hombre al que rendimos este homenaje ? Muy brevemente :
- Un combatiente español, uno de los 7000 de Mauthausen, uno de los 2000
supervivientes – y esta ceremonia no valdrá como finiquito.
- Uno de los principales protagonistas de una
acción excepcional de resistencia, llevada a cabo con el tiempo, en el
campo mismo : sustraer al Servicio de identificación SS del campo centenares de fotos, que
constituyen hoy en día un fondo histórico excepcional, del que una gran parte es conservada en los
Archivos nacionales.
- Un testigo que autentificó y comentó algunas de esas imágenes, ante el tribunal
militar internacional de Nuremberg, y después ante el tribunal americano de
Dachau.
- Un hombre del que medimos mejor, desde hace poco, la extensión de su actividad de
fotógrafo, desde la guerra de España, en Mauthausen, en Francia y hasta en
Argelia, de 1945 a su muerte.
- Un hombre cuyos camaradas próximos han mantenido el recuerdo, en toda discreción,
durante decenios, cuidando su tumba, mientras la Amical de Mauthausen renovaba
la concesión.
- Una figura singular, sin duda alguna, cuyo aspecto seductor deslumbraba aún, al final de su vida, la mirada de Gisèle Guillemot, superviviente
de Ravensbrück y de Mauthausen, fallecida hace cuatro años. Y hoy en día
Madeleine Riffaud, quien se evadió del tren de la deportación y quien, sin duda
se nos juntará dentro de un rato, orgullosas y emocionadas ambas, en términos
idénticos, de haber « conocido muy bien …¡ a Paquito… ! » cuando era foto-reportero
en el periódico l’Humanité.
Lo
esencial del sentido está en otra parte, en lo que está vivo y palpita.
Nombrémoslo :
·
en España : la cuestión de la
« recuperación de la memoria histórica », una exigencia y una llaga
que sigue abierta, en busca de un estandarte simbólico; en Cataluña más específicamente, donde
Francesc Boix, estos últimos años, representa bastante bien la figura de un
héroe; en Francia, a la que los amigos
españoles piden sin cesar que « se repare la historia », proclamando,
bien claramente, que sí que fue indigna la acogida que se dio a los exiliados
forzados de 1939 después del abandono de la República a su suerte, como fue
indigna la parte tomada por Vichy en la expoliación del estatuto de presos de
guerra y por lo tanto el traslado a Mauthausen de los refugiados republicanos
de nuevo vencidos bajo el uniforme francés, deportados en la categoría injusta
e infamante de « apátridas », marcados con el triángulo azul.
Infinitamente dolorosa por fin, la repatriación imposible en 1945, los
vencedores, de los que éramos, habiendo dejado que el dictador español siguiera haciendo estragos treinta años
más.
A
unos metros de aquí, en diciembre de 2000, por primera vez, fue rendido un « Homenaje nacional » a
los republicanos españoles deportados de Francia », presidido por el
ministro Jean-Pierre Masseret, ante la estela del recuerdo de los republicanos
y el monumento dedicado a Mauthausen, prolongado por una ceremonia en la
alcaldía del XX° distrito. Desde esa fecha y los numerosos acontecimientos
conmemorativos y culturales de estos últimos años, especialmente en París, no
es verdad que la suerte de los refugiados republicanos sea desconocida. No obstante, es como si fuera siempre
la primera vez que voces francesas lo atestiguan y afirman la responsabilidad
de Francia. Es así –en eso es cómo se mide la virulencia incurable de la
herida.
Sin
embargo, no es esto una escena de duelo, aunque la solemnidad del rito lo
semeje, como las emociones que toman cuerpo en nosotros. ¿ A qué imperiosa necesidad corresponde el rito
funerario, dispendioso en todo ? ¿ No hay nada más urgente, incluso para una
asociación de memoria ? ¿
No es movilizar en exceso nuestras flacas fuerzas, mientras que nos queremos de
mejor grado ocupados en
encontrarnos con nuestros contemporáneos, que adictos a replegarnos en los
cementerios ? A esas dudas, que pueden surgir, la respuesta es
sencilla : esa acción no nos ha desviado de la atención dada a los vivos –
si hace falta un ejemplo, aquí va : el apoyo activo y muy acaparador,
impulsado por tal de nosotros, además
muy ocupada en resolver el caso Boix, a los inmigrantes indocumentados…Son por
lo tanto dos compromisos concurrentes, se nutren uno del otro, en un
fortalecimiento de la conciencia y de la inteligencia de lo real, de su
espesura histórica.
Lo
funerario siempre corre parejas con lo simbólico, y la tonalidad del símbolo no es ni vana ni fútil. El crimen mayor cometido por los
nazis contra la condición de ser humano fue el no ver en el cadáver de sus
víctimas sino un deshecho, materia vil que seguía siendo explotable. Reparamos
indefectiblemente la ignominia sufrida por los millones de muertos de los
campos considerados de tal modo. Un episodio casi imperceptible pero
extraordinario, de ese choque de dos universos : el 26 de agosto de 1940
- los primeros detenidos españoles
llegaron a Mauthausen a principios de agosto – José Marfil Escalona fue el
primero entre ellos en sucumbir. Al final de la jornada, los españoles se
reunieron y acordaron un minuto de silencio. Gesto de humanidad, respeto de los
muertos, acción colectiva : los SS fueron estupefactos por esta violación
inaudita de las lógicas del campo, que no pudo repetirse.
Jorge
Semprún (resistente francés y deportado español en Buchenwald, triángulo rojo),
retoma de Paul Celan la imagen de
la suerte prometida por los nazis a los deportados : « una tumba en
medio de las nubes ». Bella imagen no cabe duda, perfectamente cínica, eco
de aquel tiempo en que « la muerte era un amo de Alemania ».
Respecto
a la memoria, el trancurso del tiempo no tiene el poder. La memoria se
construye o se esfuma según otras leyes, las de las necesidades del momento, es
el barómetro de las subjetividades. Francisco Boix es más visible que hace
cincuenta años, exige más.
Somos bastantes aquí en desconfiar de las
reliquias, amuletos y otras prácticas mágicas. No obstante, la primera emoción
que compartimos sin duda alguna es el espanto ante una tumba. Otras emociones
se mezclan, creando un magma indiferenciado, en la convergencia de generaciones,
geografías, legitimidades y poderes, donde predominan, bien natural es, para
los amigos de origen español, los rancios olores y la rabia sumergida del
exilio sufrido, las tergiversaciones políticas y finalmente la ocultación sin
cesar prorrogada de los crímenes del franquismo, que nutren los intentos
comprensibles de instrumentalización de ese asunto de sepultura, porque todo es bueno, cuando nada es posible.
¿
Por qué el estado emocional sigue siendo tan vivo y como si estuviera
tetanizado ? Cuando el pasado no pasa, es que hay un cerrojo, que algo
hace obstáculo. ¿ Hasta dónde ? ¿ Hasta cuándo ? Oso una
hipótesis : hasta la apertura de las fosas comunes donde siguen
amontonadas las víctimas de la dictadura…Cuestión central, que hace eco muy
lejano a nuestra ceremonia. La morbosidad es el no cambiar nada.
Francisco
Boix habrá sido acogido cuatro veces en el suelo francés : dos veces vivo,
dos veces sus restos. Nunca fue francés, no fue nunca más español. Tres lugares
emblemáticos de nuestra geografía cultural en adelante se corresponden, objeto
los tres de una codificación cultural : la casa de Poble Sec (el barrio de
Barcelona donde nació Francesc Boix), la casa de Anna Pointner (esa habitante
de Mauthausen que aceptó esconder los centenares de negativos y de tiradas
robados y donde Francisco sacó una bonita foto familiar tras la liberación, por fin la morada
última, esta vez perpétua, esta sepultura nueva en el cementerio parisino del Père-Lachaise.
Desplazar
a los muertos, dar la vuelta a los cuerpos, para averiguar que sí siguen estando en nuestra vida. Sin
osar una analogía que sería simplista,
creo que estaríamos equivocados ocultando el alcance antropológico de lo que
estamos realizando. Dar la vuelta a los muertos es un uso de algunos pueblos,
los torajas en la isla indonesia de las Célebes, y sus lejanos primos de la
orilla opuesta del océano índico, los Merinas, quienes habitan en las altas
tierras del centro de Madagascar. Periódicamente, cada siete años creo,
proceden a la exhumación de los muertos para darles la vuelta, antes de
volverlos a inhumar, al cabo de dos días de ritos festivos, en el transcurso de
los cuales recuerdo que llevan al muerto en los brazos sacudiéndole como para despertarle e impedir que
esté triste. Somos más sobrios, menos exigentes, menos inventivos.
No
son los merinas quienes han germinado los versos que aquí van del poeta Paul
Celan :
El cráneo por encima
Vuelto,
donde sobre
El
tiempo sin sueño un
Martillo fuego-fatuando
Canta todo eso en la candencia
Del mundo.
En este instante, en esta acción, somos la humanidad.
Atravesada por obsesiones, impotencias, apegos patéticos, en los que se mezclan
inextricablemente motivos racionales y sedes imperiosas del alma, de los que
los cementerios acogen a menudo los desahogos y las represiones –éste mucho más que otros. Hoy, ofrecemos a
Francisco Boix la hospitalidad, en la tonalidad más noble que pueda ser, aunque
sea tan tarde, y mucho más allá de
los usos ordinarios.
-->
Traducción
al castellano de Rose-Marie Serrano
Galería fotográfica (fotos Sonia y Rose-Marie)
Daniel SIMON
président de l’Amicale de Mauthausen
Cérémonie de ré-inhumation de Francisco BOIX
cimetière parisien du Père-Lachaise
16 juin 2017
Je voudrais tenter de saisir
ce qui se joue ici en cet instant, le rapport entre le motif matériel de notre
rassemblement et les significations qui s’y accrochent pour en transcender la
fonction. Au long des années durant lesquelles l’Amicale de Mauthausen a porté
la volonté de sauvegarder une sépulture de Francisco Boix, dans l’énergie même
que cette action requérait, nous n’avons pas négligé de nous poser des
questions sur cette énigme : pourquoi s’obstiner ? n’est-il pas
déraisonnable de lutter ainsi contre le temps ?
Ce cercueil contient les
restes d’un homme, soixante-six ans après son inhumation. Il est aussi, à
l’évidence, le réceptacle symbolique d’une histoire collective, encore brûlante
et palpitante. Comment ferait-on abstraction de cet arrière-plan ? Il est
impossible de déshistoriciser l’événement. Certes, nous avons rêvé que cette cérémonie
soit moins humble et discrète que celle de 1951 ; nous n’avions pas tout à
fait conscience du large écho qu’elle rencontrerait.
Partons du fait – vous le
connaissez tous, puisque vous êtes venus.
La tombe de
Francisco Boix au cimetière de Thiais était vouée à disparaître. La complexité
insoupçonnée d’un transfert, les embûches multiples qu’il fallut affronter, je
n’en ferai pas ici la chronique. Je me limiterai à nommer, au risque d’agresser
leur discrétion, les deux personnes qui, sur la longue durée, ont porté et
donné corps, avec opiniâtreté et intransigeance, à la décision prise par le bureau
de notre association de pérenniser la sépulture, au prix, si nécessaire, d’un
nouvel emplacement. Sans Pierrette Saez et Rosa Sterquel, il est fort probable
que la continuité de l’effort eût fléchi. J’exprime par ailleurs notre gratitude
aux institutions qui ont rendu possible de lever l’un après l’autre les
obstacles, tant administratifs, techniques que financiers. Parmi ces soutiens, la
contribution importante, hautement symbolique, de l’Autriche, et celui de la
Municipalité de Barcelone. Je soulignerai enfin le soutien de la Ville de Paris,
en plusieurs de ses services, un suivi régulier de l’avancement du dossier, d’une
qualité bienfaisante, et je suis heureux d’en faire état publiquement devant
Madame Hidalgo. Que soient enfin remerciés les très nombreux amis, Français et
Espagnols, qui ont montré qu’ils tenaient à la réalisation de cette action, en
répondant à l’appel à souscription, créant ainsi une obligation de résultat. Au
bout du compte, après avoir dû démarcher en Italie, au Mexique, et grâce au
travail bénévole que voulut bien fournir un généalogiste catalan, nous avons obtenu
le droit d’exhumer, l’accès au lieu prestigieux où nous nous tenons, nous avons
pu acheter la concession d’une nouvelle sépulture dans l’espace même, ou peu
s’en faut, des monuments et stèles du souvenir des camps et des combats menés
sur plusieurs théâtres d’opérations par les républicains espagnols, aguerris et
intrépides jusque dans la position de vaincus.
Quel fut l’homme auquel nous
rendons cet hommage ? Très succinctement :
- un combattant
républicain espagnol, l’un des 7000 de Mauthausen, l’un des 2000 rescapés – et
cette cérémonie ne vaudra pas solde de tout compte.
- l’un des principaux
protagonistes d’une action exceptionnelle de résistance, conduite sur la longue
durée, au camp même : soustraire au Service d’identification SS du camp
des centaines de photographies, qui constituent aujourd’hui un fonds historique
exceptionnel, dont une large part est conservée aux Archives nationales.
- un témoin authentifiant
et commentant certaines de ces images, devant le tribunal militaire international
de Nuremberg, puis le tribunal américain de Dachau.
- un homme dont on mesure
mieux, depuis peu, l’étendue de son activité de photographe, dès la guerre
d’Espagne, à Mauthausen, en France et jusqu’en Algérie, de 1945 à sa mort.
- un homme dont les
proches camarades ont maintenu le souvenir, en toute discrétion, durant des
décennies, en entretenant sa tombe, tandis que l’Amicale de Mauthausen
renouvelait la concession.
- une figure singulière,
indubitablement, dont la dégaine charmeuse illuminait encore, à la fin de sa
vie, le regard de Gisèle Guillemot, rescapée de Ravensbrück et Mauthausen, décédée
il y a quatre ans. Et aujourd’hui Madeleine Riffaud, qui s’évada du train de la
déportation et qui sans doute nous rejoindra tout à l’heure, fières et émues
l’une et l’autre, en des termes identiques, d’avoir « bien connu le
petit Paco… ! » lorsqu’il était photo-reporter au journal L’Humanité.
L’essentiel du sens est
ailleurs, dans ce qui est vivant et palpite. Nommons-le :
• en Espagne : la
question de la « récupération de la mémoire historique », une
exigence et une plaie toujours ouverte, en quête d’étendard symbolique ;
• en Catalogne plus
spécifiquement, où Francesc Boix, ces dernières années, campe assez bien la
figure d’un héros ;
• en France, à laquelle les
amis espagnols demandent sans cesse de « réparer l’histoire », en
proclamant, bien distinctement, que oui, il fut indigne, l’accueil fait aux
exilés forcés de 1939 après l’abandon à son sort de la République, comme fut indigne
la part prise par Vichy dans la spoliation du statut de prisonniers de guerre
et donc le transfert à Mauthausen des réfugiés républicains de nouveau vaincus sous
uniforme français, déportés dans la catégorie injuste et infamante d’ « apatrides »,
marqués du triangle bleu. Infiniment douloureux enfin, le rapatriement impossible
en 1945, les vainqueurs, dont nous étions, ayant laissé le dictateur espagnol
sévir trente années de plus.
A quelques pas d’ici, en
décembre 2000, pour la première fois, fut rendu un « Hommage national aux
républicains espagnols déportés de France », présidé par le ministre
Jean-Pierre Masseret, devant la stèle du souvenir des républicains et le monument
dédié à Mauthausen, prolongé par une cérémonie à la mairie du XXe
arrondissement. Depuis cette date et les nombreux événements commémoratifs et
culturels de ces dernières années, spécialement à Paris, il n’est pas vrai que
le sort des réfugiés républicains soit méconnu. Cependant, c’est comme si
c’était toujours la première fois que des voix françaises en portent témoignage
et affirment la responsabilité de la France. C’est ainsi – à cela se mesure la virulence
inguérissable de la blessure.
Pour autant, ce n’est pas
ici une scène de deuil, quoique la solennité du rituel s’y apparente, de même
que les émotions qui prennent corps en nous. A quelle impérieuse nécessité le
rite funéraire répond-il, dispendieux à tous égards ? N’y a-t-il donc rien
de plus urgent, y compris pour une association de mémoire ? N’est-ce pas
mobiliser à l’excès nos maigres forces, alors que nous nous voulons plus
volontiers occupés à rencontrer nos contemporains que portés au repli dans les
cimetières ? A ces doutes qui peuvent poindre, la réponse est
simple : cette action ne nous a pas détournés de l’attention portée aux
vivants – s’il faut un exemple, le voici : le soutien actif et très accaparant
apporté par telle d’entre nous, par ailleurs fort occupée à résoudre le cas
Boix, aux migrants sans papier… Ce ne sont donc pas deux engagements
concurrents, ils se nourrissent l’un l’autre, dans une fortification de la conscience
et de l’intelligence du réel, de son épaisseur historique.
Le funéraire est toujours
du domaine du symbolique, et le registre du symbole n’est ni vain ni futile. Le
crime majeur accompli par les nazis contre la condition d’homme fut de ne
pas voir dans le cadavre de leurs victimes autre chose que déchet, matière vile
et encore exploitable. Nous réparons indéfectiblement l’ignominie subie par les
millions de morts des camps considérés de la sorte. Un épisode
presque imperceptible mais extraordinaire, de ce choc de deux univers : le 26 août 1940 – les premiers détenus espagnols sont
arrivés à Mauthausen début août – José Marfil Escabona est le premier d’entre
eux à succomber. En fin de journée, les Espagnols se rassemblent et décident
une minute de silence. Geste d’humanité, respect des morts, action
collective : les SS sont stupéfiés par cette violation inouïe des logiques
du camp, qui n’aura pas loisir de se renouveler.
Jorge Semprun (résistant
français et déporté espagnol à Buchenwald, triangle rouge), emprunte à Paul
Celan l’image du sort promis par les nazis aux déportés : « une tombe
au milieu des nuages ». Belle image sans doute, parfaitement cynique, écho
de ce temps où « la mort est un maître d’Allemagne ».
En matière de mémoire, l’écoulement
du temps n’a pas le pouvoir. La mémoire se construit ou s’estompe selon
d’autres lois, celles des besoins du moment, elle est le baromètre des
subjectivités. Francisco Boix est plus visible qu’il y a cinquante ans, il
requiert davantage.
Nous sommes assez nombreux
ici à nous méfier des reliques, fétiches et autres pratiques magiques. Pour
autant, la première émotion que nous partageons sans conteste est l’effroi au bord
d’un caveau. D’autres émotions s’entremêlent, créant un magma indistinct, dans
la convergence de générations, géographies, légitimités et pouvoirs, où
prédominent, c’est bien naturel, pour les amis espagnols ou d’origine
espagnole, les remugles et la rage enfouie de l’exil subi, des atermoiements
politiques et finalement de l’occultation sans cesse reconduite des crimes du
franquisme, qui nourrissent les tentatives compréhensibles
d’instrumentalisation de cette affaire de sépulture, parce que tout est bon,
lorsque rien n’est possible.
Pourquoi l’état émotionnel
demeure-t-il si vif et comme tétanisé ? Lorsque le passé ne passe pas, c’est
qu’il y a un verrou, que quelque chose fait obstacle. Jusqu’où ? jusqu’à
quand ? J’ose une hypothèse : jusqu’à l’ouverture des fosses communes
où demeurent entassées les victimes de la dictature… Question centrale, qui
fait écho très lointain à notre cérémonie. La morbidité, c’est de ne toucher à
rien.
Francisco Boix aura été quatre
fois accueilli sur le sol de France : deux fois vivant, deux fois sa
dépouille. Il ne fut jamais Français, ne fut plus jamais Espagnol. Trois lieux
emblématiques de notre géographie culturelle désormais se font signe, objets
tous trois d’un codage culturel : la maison de Poble Sec (le quartier de
Barcelone où est né Francesc Boix), la maison d’Anna Pointner (cette habitante
de Mauthausen qui accepta de cacher les centaines de négatifs et tirages volés,
et où Francisco fit une belle photo de famille, à la libération), enfin la demeure
ultime, cette fois dite perpétuelle, cette
sépulture nouvelle au cimetière parisien du Père-Lachaise.
Déplacer les morts, retourner
les corps, pour vérifier qu’ils sont bien dans notre vie. Sans oser une
analogie qui serait simpliste, je crois qu’on aurait tort d’occulter la portée
anthropologique de ce que nous sommes en train d’accomplir. Retourner les morts
est un usage de quelques peuples, les Torajas sur l’île indonésienne des Célèbes,
et leurs lointains cousins de la rive opposée de l’océan indien, les Merinas,
qui habitent les hautes terres du centre de Madagascar. Périodiquement, tous
les sept ans je crois, ils procèdent à l’exhumation des morts, pour les
retourner, avant de les ré-inhumer, au terme de deux jours de rites festifs, au
cours desquels je retiens qu’on porte le défunt à bout de bras en le secouant
comme pour le réveiller et l’empêcher d’être triste. Nous sommes plus sobres,
moins exigeants, moins inventifs.
Ce ne sont pas les Mérinas
qui ont ensemencé les vers que voici du poète Paul Celan :
Le crâne par-dessus
Retourné, où sur
Le temps sans sommeil un
Marteau feu-folletant
Chante tout ça dans la cadence
Du monde.
En cet instant, dans cette
action, nous sommes l’humanité. Traversée de hantises, d’impuissances, d’attachements
pathétiques, où se mêlent inextricablement des motifs rationnels et des soifs
impérieuses de l’âme, dont les cimetières accueillent souvent les épanchements
et les refoulements – celui-ci plus que bien d’autres. Aujourd’hui, nous
offrons à Francisco Boix l’hospitalité, sur le registre le plus noble qui soit,
fût-ce si tard, et très au-delà des usages ordinaires.
Como miembro de la amicale de Mauthausen de Francia, estoy orgulloso del trabajo realizado con Francesc Boix. Merci beaucoup pour ce coup de coeur!
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