París, 29 de noviembre de 2009.
Como testigo de los acontecimientos acaecidos en La Torre de Esteban Hambrán (Toledo) en julio de 1936 y tras descifrar algunos de los datos proporcionados por el Archivo Histórico Nacional, Causa General de Toledo-Cáceres (1048, Expe.31), puedo señalar que varias afirmaciones del escribano/alcalde/juez (Justo Aguado) apuntadas en 1939-41 son dudosas o falsas.
A los sublevados contra la República y la Municipalidad, que fueron ajusticiados, se les incautaron los bienes. No hubo « Comité rojo ».
Desde 1932 el Cardenal Segura declaró la guerra a la República. A partir de entonces la Iglesia abandonó sus postulados espirituales (caridad, humanidad…) y colaboró con el fascismo e intervino en la sublevación de1936.
A consecuencia de esto el Estado despropió a la Iglesia de todos sus edificios públicos, que se utilizaron como mejor le convino al pueblo.
La Colectividad Agraria del pueblo de La Torre de Esteban Hambrán aprovechó la Ermita de San Roque para meter paja encautada de los sublevados que serviría para alimentar el ganado facilitado a los braceros.
No fue ningún « delito » como consta en la página 13 del Archivo, sino la sofocación de la rebelión, sofocación llevada a cabo por el alcalde Pedro Caballero Bermúdez, Eudaldo Serrano Recio (teniente alcalde) y personas de izquierdas.
Peralta fue uno de los sublevados, hizo fuego contra personas de izquierdas.
El sacristán Gerardo Papell Sáinz también formaba parte de los sublevados (p.9)
Si fue para la Juventud Católica un sacrilegio el desalojar la Iglesia y la Ermita para fines agrícolas, ¿ No era un sacrilegio de lesa humanidad mantener al pueblo en la miseria, no lo fue la sublevación contra un régimen democrático que emprendió establecer justicia social, no lo fue que casi todos los sublevados pertenecieran a Falange Española y a la Juventud Católica, encabezados por Juan Aguado López, jefe local de Falange y sostenido por los jefes de Escuadra mencionados en el Archivo ?
Se ignoraba en el pueblo que los sublevados pertenecían a Falange.
Página 9 pone : « personas sospechosas de participación en el crimen ». No hubo crimen. El pueblo se movilizó para defenderse y enfrentar a los sublevados, los primeros en ocasionar muertes en el pueblo.
Se apuntó en 1939 : « Todos los socialistas… directa o indirectamente » y se menciona a muchos miembros del PSOE, al que no pertenecía ninguna mujer.
Nicolasa Caballero, hermana del alcalde Pedro Caballero, no pertenecía al PSOE.
El crimen lo cometieron los apuntados en la columna “Nombre y apellidos de la víctima », de los cuales se da la filiación poliítica en la comumna siguiente : todos pertenecían a Falange Española o Juventud Católica (menos, al parecer, Rufino Escudero Piñero, cuyo hermano Casimiro era también jefe de Falange).
Página 8 (Estado N° 1) noto que Daniel Ventero Plaza también pertenecía a Falange Española y de las JONS y a Juventud Católica
En la columna « Si fue encontrado su cadáver… » varios sublevados habrían sido encontrados en el Monte Alamín. No fueron enterrados en fosas ni cunetas como los republicanos, sino en el cementerio, aunque fueran fusilados en el Monte.
Varios propietarios y caciques fueron verdaderos tiranos con los trabajadores. Los fascistas solían (suelen) achacar a sus enemigos sus crímenes.
Página 12 : Juliana Merino Plaza « poseía una pistola ». A las mujeres no se las intervino en nada a pesar de cogérselas con armas.
En la columna : « personas sospechosas de participación en el delito » se menciona a varias mujeres. No participaron en nada las de izquierdas.
Puedo mencionar los lugares del pueblo donde hubo focos de sublevación. (Lo expliqué tanto a Federico Calabuig París de « Arte contra la Violencia » en abril de 2008, como en octubre de 2008 en la Agrupación Socialista de Chamartín ante unas cien o más personas, algunas venidas expresamente de La Torre para la ocasión).
La casa de Marcial Domínguez fue uno de esos focos.
Página 13 pone que Eudaldo Serrano, José García Plaza y otros se encautaron de las posesiones (lista a la izquierda) de Antonio Ventero Sánchez, lo que es absolutamente falso.
Amador Domínguez Yela murió en el Ayuntamiento tras agredir a un vigilante que se defendió.
Página 14 pone : « sucinta relación del hecho delictivo ». No hubo tal delito. A la hermana del Jefe de Falange (Josefina Aguado López, llamada “La Pepita”) le incautaron los bienes por ser su casa centro de la sublevación. El padre no fue asesinado sino que , desesperado por el comportamiento de su hijo y el desastre que ocasionó tanto en su casa (circulaban cancioncitas de burla sobre la dejadez y el descuido de la hacienda por el hijo), como en el pueblo, se suicidó. Juan Aguado López, dirigente de la sublevación, fue ajusticiado por las autoridades del pueblo, no por un supuesto « Comité rojo ».
Si se apuntaron mentiras y calumnias, llamando « Comité rojo » y « hordas marxistas » a las autoridades legales y al pueblo que las sostenía en su gran mayoría al ser agredido por las que se podría calificar de « hordas fascistas » que esperaban refuerzos de Toledo (concentrados en el Alcázar), el documento archivado por el juez Justo Aguado (de la Torre) y el fiscal llamado (por azar) La Torre (ver expediente del juicio sumarísimo nuestro celebrado en noviembre del 39 en Madrid, también firmado por dicho fiscal de nombre predestinado), atestigua la consabida realidad histórica española : la complicidad rotunda de la Iglesia (Juventud Católica) con la Falange en la sublevación. Pocos no pertenecían a una o a ambas instancias.
¡ Yo no dudo en llamarlas “hordas fascistas” !
Daniel Serrano Recio, (nacido en 1920 en La Torre de Esteban Hambrán, vecino del pueblo en 1936, hermano del teniente-alcalde Eudaldo Serrano Recio)
París, 29 de noviembre de 2009.
Como testigo de los acontecimientos acaecidos en La Torre de Esteban Hambrán (Toledo) en julio de 1936 y tras descifrar algunos de los datos proporcionados por el Archivo Histórico Nacional, Causa General de Toledo-Cáceres (1048, Expe.31), puedo señalar que varias afirmaciones del escribano/alcalde/juez (Justo Aguado) apuntadas en 1939-41 son dudosas o falsas.
A los sublevados contra la República y la Municipalidad, que fueron ajusticiados, se les incautaron los bienes. No hubo « Comité rojo ».
Desde 1932 el Cardenal Segura declaró la guerra a la República. A partir de entonces la Iglesia abandonó sus postulados espirituales (caridad, humanidad…) y colaboró con el fascismo e intervino en la sublevación de1936.
A consecuencia de esto el Estado despropió a la Iglesia de todos sus edificios públicos, que se utilizaron como mejor le convino al pueblo.
La Colectividad Agraria del pueblo de La Torre de Esteban Hambrán aprovechó la Ermita de San Roque para meter paja encautada de los sublevados que serviría para alimentar el ganado facilitado a los braceros.
No fue ningún « delito » como consta en la página 13 del Archivo, sino la sofocación de la rebelión, sofocación llevada a cabo por el alcalde Pedro Caballero Bermúdez, Eudaldo Serrano Recio (teniente alcalde) y personas de izquierdas.
Peralta fue uno de los sublevados, hizo fuego contra personas de izquierdas.
El sacristán Gerardo Papell Sáinz también formaba parte de los sublevados (p.9)
Si fue para la Juventud Católica un sacrilegio el desalojar la Iglesia y la Ermita para fines agrícolas, ¿ No era un sacrilegio de lesa humanidad mantener al pueblo en la miseria, no lo fue la sublevación contra un régimen democrático que emprendió establecer justicia social, no lo fue que casi todos los sublevados pertenecieran a Falange Española y a la Juventud Católica, encabezados por Juan Aguado López, jefe local de Falange y sostenido por los jefes de Escuadra mencionados en el Archivo ?
Se ignoraba en el pueblo que los sublevados pertenecían a Falange.
Página 9 pone : « personas sospechosas de participación en el crimen ». No hubo crimen. El pueblo se movilizó para defenderse y enfrentar a los sublevados, los primeros en ocasionar muertes en el pueblo.
Se apuntó en 1939 : « Todos los socialistas… directa o indirectamente » y se menciona a muchos miembros del PSOE, al que no pertenecía ninguna mujer.
Nicolasa Caballero, hermana del alcalde Pedro Caballero, no pertenecía al PSOE.
El crimen lo cometieron los apuntados en la columna “Nombre y apellidos de la víctima », de los cuales se da la filiación poliítica en la comumna siguiente : todos pertenecían a Falange Española o Juventud Católica (menos, al parecer, Rufino Escudero Piñero, cuyo hermano Casimiro era también jefe de Falange).
Página 8 (Estado N° 1) noto que Daniel Ventero Plaza también pertenecía a Falange Española y de las JONS y a Juventud Católica
En la columna « Si fue encontrado su cadáver… » varios sublevados habrían sido encontrados en el Monte Alamín. No fueron enterrados en fosas ni cunetas como los republicanos, sino en el cementerio, aunque fueran fusilados en el Monte.
Varios propietarios y caciques fueron verdaderos tiranos con los trabajadores. Los fascistas solían (suelen) achacar a sus enemigos sus crímenes.
Página 12 : Juliana Merino Plaza « poseía una pistola ». A las mujeres no se las intervino en nada a pesar de cogérselas con armas.
En la columna : « personas sospechosas de participación en el delito » se menciona a varias mujeres. No participaron en nada las de izquierdas.
Puedo mencionar los lugares del pueblo donde hubo focos de sublevación. (Lo expliqué tanto a Federico Calabuig París de « Arte contra la Violencia » en abril de 2008, como en octubre de 2008 en la Agrupación Socialista de Chamartín ante unas cien o más personas, algunas venidas expresamente de La Torre para la ocasión).
La casa de Marcial Domínguez fue uno de esos focos.
Página 13 pone que Eudaldo Serrano, José García Plaza y otros se encautaron de las posesiones (lista a la izquierda) de Antonio Ventero Sánchez, lo que es absolutamente falso.
Amador Domínguez Yela murió en el Ayuntamiento tras agredir a un vigilante que se defendió.
Página 14 pone : « sucinta relación del hecho delictivo ». No hubo tal delito. A la hermana del Jefe de Falange (Josefina Aguado López, llamada “La Pepita”) le incautaron los bienes por ser su casa centro de la sublevación. El padre no fue asesinado sino que , desesperado por el comportamiento de su hijo y el desastre que ocasionó tanto en su casa (circulaban cancioncitas de burla sobre la dejadez y el descuido de la hacienda por el hijo), como en el pueblo, se suicidó. Juan Aguado López, dirigente de la sublevación, fue ajusticiado por las autoridades del pueblo, no por un supuesto « Comité rojo ».
Si se apuntaron mentiras y calumnias, llamando « Comité rojo » y « hordas marxistas » a las autoridades legales y al pueblo que las sostenía en su gran mayoría al ser agredido por las que se podría calificar de « hordas fascistas » que esperaban refuerzos de Toledo (concentrados en el Alcázar), el documento archivado por el juez Justo Aguado (de la Torre) y el fiscal llamado (por azar) La Torre (ver expediente del juicio sumarísimo nuestro celebrado en noviembre del 39 en Madrid, también firmado por dicho fiscal de nombre predestinado), atestigua la consabida realidad histórica española : la complicidad rotunda de la Iglesia (Juventud Católica) con la Falange en la sublevación. Pocos no pertenecían a una o a ambas instancias.
¡ Yo no dudo en llamarlas “hordas fascistas” !
Daniel Serrano Recio, (nacido en 1920 en La Torre de Esteban Hambrán, vecino del pueblo en 1936, hermano del teniente-alcalde Eudaldo Serrano Recio)
París, 29 de noviembre de 2009.
Contestación a un escrito anónimo que ensalza la sublevación fascista de julio de 1936 en La Torre de Esteban Hambrán (Toledo) fechado del 21-11-2009, publicado en el blog del P.P. de dicho pueblo.
El autor parece ignorar que el Tribunal Supremo Europeo, al cual adhirió España, condenó las sublevaciones fascistas, dictó la desaparición de sus simbologías y determinó la imprescriptibilidad de sus crímenes. En España mismo se ha promulgado una Ley llamada de la Memoria Histórica que recomienda la anulación de estos símbolos.
Si no se contesta este anónimo, su autor pensará que todas las mentiras, insultos y calumnias que cuenta o como él dice que « le han contado » son ciertos.
Empecemos por contar los sucesos acaecidos en La Torre constatando la verdad, estrictamente la verdad.
Primera página : antes de la guerra, la harina de trigo que ardió en la era de Felipe Lobón, frente a San Roque, fue obra de un obsesionado –tal vez por venganza-, que no tenía que ver en absoluto con la política ni con las ideas de las organizaciones obreras. El autor de este hecho no pensó que su acto, no beneficiaba en nada al régimen republicano. (El pozo de Eudaldo Serrano Recio, cercano a la era, estuvo abierto hasta que se agotó el agua para apagar el incendio).
El autor anónimo echa fuego y llama en su escrito, cuando habla de « hostigamiento y execrables e injustificables atrocidades » que cometían los obreros contra los de derechas. La verdad es que con el advenimiento de la República, las organizaciones obreras en La Torre llamadas « La Defensa », tenían libertad para defenderse declarando incluso la huelga si a ello les obligaban, así pues el salario de los obreros en los años treinta era de tres ptas. Les daban un poco de vino como propina. Ellos pedían el aumento hasta tres cincuenta –catorce reales se decía- y los propietarios se negaban rotundamente. Así pues para conseguir este aumento no tuvieron más remedio que recurrir a la huelga, pero ¿ a qué atrocidades se refiere el valiente comentarista embozado ?
Llegamos así a julio de 1936 y según « le han contado » al autor anónimo, quien todo lo da por verdad, los derechistas llenos de pánico se metieron en sus casas para protegerse. Veamos : algunos de los que formaban la facción de derechas conocían lo que en España se fraguaba. Lo demuestran las indirectas que lanzaban a los obreros que preparaban las tierras de barbecho en el Monte Alamín, que la Reforma Agraria les había designado, a saber : « Ya veremos quién siembra esos barbechitos ». Los obreros lo tomaban a guasa y contestaban : « ¡ Qué gracia ! ¿ Quién los va a sembrar sino nosotros ? » Es de apreciar la importancia de esto pues es verdad que nadie sembró dichos barbechos.
Otra demostración : cuando se encerraron en sus casitas, como dice, lo hicieron con buen número de escopetas, pistolas y bombas, cargados los cartuchos con postas y metralla para matar personas, no perdices. Cabe preguntarse ¿ para qué esta preparación de armas ? Todo estaba preparado para una sublevación. Tal vez era el arsenal de armas que dice encontraron las tropas facciosas al entrar en el pueblo, compuestas del 50 % de marroquíes, que él denomina « los nacionales ». Hay que constatar que los republicanos en todo contarían con unas cuatro pistolas. Escopetas, nunca los obreros las poseyeron. Analicemos el gran insulto lanzado del « allanamiento de morada ». En la casa de Juan Aguado tiraron una bomba a una comisión que las autoridades enviaron para pedirles ( casi rogarles) que abrieran las puertas y ventanas. En la casa de Marcial Domínguez, por una ventana frente a la calle del Calvario dispararon y mataron a dos, a Román Ruedas y a « Lesnas » (que me perdonen si uso el apodo, no recuerdo el nombre) ; en la casa de « Los Roquitos » dispararon hiriendo a otros dos. Quien se atreve a soltar tales insultos creo sabe que en tiempos normales, si en una casa disparan matando o hiriendo a alguien que pase por la calle, las autoridades, recurrirán a las fuerzas armadas que por lo corriente era la Guardia Civil. En este caso concreto las Autoridades no pudieron llamar a este cuerpo porque se encontraba en el Alcázar, así pues, tuvieron que recurrir a otros medios. ¿Es por ello que cometieron el delito de « allanamiento de morada »?
No diré nada de esa imbecilidad de los corderos colgados en los pozos, sólo apuntaré que los soldados marroquíes se apoderaron de cabras de los republicanos y las vendían por la calle.
En la página dos cuenta o le cuentan otros disparates. Es « hipotético » el que Juan Aguado y compañía « hubieran cometido algún delito ». Pues, al parecer para el autor, el tirar una bomba a la comisión que las Autoridades enviaron a su casa y el disparar acto seguido en otras casas matando e hiriendo a varias personas no es delito y el hecho de que a Aguado se le detuviera en una fecha y se esperase para ejecutarle el 2 de agosto no indica nada sobre su juicio y condena. La demora en el fusilamiento del Jefe de Falange demuestra que hubo un juicio.
En todo lo referente a la Iglesia y a la religión, el autor parece ignorar que la Iglesia apoyó la Rebelión y que por esta causa, el Estado decretó la incautación de sus bienes públicos, de ahí que en La Torre se empleaba la ermita de San Roque para meter paja, pues los trabajadores de la colectividad no tenían otro sitio adecuado.
Otra anécdota que narra es que si los facciosos estaban encerrados en sus casas no podían haber asesinado ni enterrado a nadie en el campo. La verdad de esto es que cuando las tropas rebeldes entraron en el pueblo, mataron a varias mujeres del pueblo de edades avanzadas y las enterraron en las inmediaciones de Verciana, cerca de Méntrida.
En la página tres dice otra sandez el autor desconocido del blog del PP de La Torre : las Autoridades, Pedro Caballero y Eudaldo Serrano Recio, no cumplieron con sus obligaciones. Justamente es lo que hicieron, cumplir con sus obligaciones, sofocar la sublevación fascista. Para ello se vieron obligados a pedir refuerzos a Madrid y a Valmojado de donde acudieron grupos de milicianos armados de fusiles y sitiaron las casas de los sublevados. En los pueblos de alrededor, la obligación de las Autoridades fue distinta porque no hubo sublevación fascista.
Otro punto : según le « han contado » Juan Aguado, con dinero que al parecer le facilitó la C.E.D.A. (Gil Robles), construyó las escuelas. Si esto fue así ¿cómo es que la Junta Municipal del Frente Popular, más bien su tesorero, Eudaldo Serrano, poseía el dinero en bonos del Estado? También ignora este individuo –no se lo han contado- que Valentín Recio (1) se presentó en 1940 en Madrid en la prisión de Yeserías, donde estaba su primo Eudaldo Serrano Recio, acusado de rebelión, a preguntarle dónde estaba el dinero que había sobrado de la construcción de las escuelas.
Eudaldo que era el tesorero y por eso guardaba los bonos del Estado facilitados por el Gobierno del Frente Popular le contestó : « Hasta abril de 1939 los bonos estaban en mi casa para ajustar las cuentas cuando se pudiera, pues las escuelas aún no estaban del todo terminadas, pero a partir del 13 de abril en que los falangistas entraron en mi casa y me detuvieron, los bonos desaparecieron, así es que tú puedes averiguar que es lo que hicieron con tales bonos. »
Otra ignominia de este anónimo (que por ser vecino de La Torre lo sabe todo cuando los demás no saben nada) : la calle hoy llamada de José Antonio de Primo de Rivera, durante la República se llamaba de « Los Mártires de Jaca », en honor a Galán y García Hernández, fusilados en el período del reinado de Alfonso XIII . Pedimos que se la cambie de nombre.
En efecto, José Antonio Primo de Rivera se sublevó contra el régimen democrático antes que el mismo Franco y el pueblo no debe nada a este promotor del Fascismo. Y si este individuo no hizo nada por el pueblo, ¿ qué es lo que hizo su amigo Juan Aguado ?
Así pues, según la idea de este valiente historiador anónimo, los vecinos que defendieron la democracia y fueron por ello asesinados « no son merecedores » de que se ponga ninguna calle a su nombre, pero sí lo son los que se sublevaron contra el régimen instaurado con la mayoría de los españoles.
En la página 4 se atreve el anónimo historiador a amenazar a las autoridades actuales, instándolas, colmo del cinismo, a que no hagan caso alguno a nuestra petición o lo que es lo mismo, a que se burlen de la Ley de Memoria Histórica y de los dictados del Consejo de La Unión Europea.
(1) (Gabino García Cortés le menciona (con Pedro Caballero Bermúdez) en su « relación de alcaldes » de la Villa, entre 1930 y octubre del 36, precisando que « falta documentación » entre esas fechas, en su libro de 1990 : « Historia de la Villa de la Torre de Esteban Hambrán »)
Daniel Serrano Recio, París, 21-12-2009
El autor parece ignorar que el Tribunal Supremo Europeo, al cual adhirió España, condenó las sublevaciones fascistas, dictó la desaparición de sus simbologías y determinó la imprescriptibilidad de sus crímenes. En España mismo se ha promulgado una Ley llamada de la Memoria Histórica que recomienda la anulación de estos símbolos.
Si no se contesta este anónimo, su autor pensará que todas las mentiras, insultos y calumnias que cuenta o como él dice que « le han contado » son ciertos.
Empecemos por contar los sucesos acaecidos en La Torre constatando la verdad, estrictamente la verdad.
Primera página : antes de la guerra, la harina de trigo que ardió en la era de Felipe Lobón, frente a San Roque, fue obra de un obsesionado –tal vez por venganza-, que no tenía que ver en absoluto con la política ni con las ideas de las organizaciones obreras. El autor de este hecho no pensó que su acto, no beneficiaba en nada al régimen republicano. (El pozo de Eudaldo Serrano Recio, cercano a la era, estuvo abierto hasta que se agotó el agua para apagar el incendio).
El autor anónimo echa fuego y llama en su escrito, cuando habla de « hostigamiento y execrables e injustificables atrocidades » que cometían los obreros contra los de derechas. La verdad es que con el advenimiento de la República, las organizaciones obreras en La Torre llamadas « La Defensa », tenían libertad para defenderse declarando incluso la huelga si a ello les obligaban, así pues el salario de los obreros en los años treinta era de tres ptas. Les daban un poco de vino como propina. Ellos pedían el aumento hasta tres cincuenta –catorce reales se decía- y los propietarios se negaban rotundamente. Así pues para conseguir este aumento no tuvieron más remedio que recurrir a la huelga, pero ¿ a qué atrocidades se refiere el valiente comentarista embozado ?
Llegamos así a julio de 1936 y según « le han contado » al autor anónimo, quien todo lo da por verdad, los derechistas llenos de pánico se metieron en sus casas para protegerse. Veamos : algunos de los que formaban la facción de derechas conocían lo que en España se fraguaba. Lo demuestran las indirectas que lanzaban a los obreros que preparaban las tierras de barbecho en el Monte Alamín, que la Reforma Agraria les había designado, a saber : « Ya veremos quién siembra esos barbechitos ». Los obreros lo tomaban a guasa y contestaban : « ¡ Qué gracia ! ¿ Quién los va a sembrar sino nosotros ? » Es de apreciar la importancia de esto pues es verdad que nadie sembró dichos barbechos.
Otra demostración : cuando se encerraron en sus casitas, como dice, lo hicieron con buen número de escopetas, pistolas y bombas, cargados los cartuchos con postas y metralla para matar personas, no perdices. Cabe preguntarse ¿ para qué esta preparación de armas ? Todo estaba preparado para una sublevación. Tal vez era el arsenal de armas que dice encontraron las tropas facciosas al entrar en el pueblo, compuestas del 50 % de marroquíes, que él denomina « los nacionales ». Hay que constatar que los republicanos en todo contarían con unas cuatro pistolas. Escopetas, nunca los obreros las poseyeron. Analicemos el gran insulto lanzado del « allanamiento de morada ». En la casa de Juan Aguado tiraron una bomba a una comisión que las autoridades enviaron para pedirles ( casi rogarles) que abrieran las puertas y ventanas. En la casa de Marcial Domínguez, por una ventana frente a la calle del Calvario dispararon y mataron a dos, a Román Ruedas y a « Lesnas » (que me perdonen si uso el apodo, no recuerdo el nombre) ; en la casa de « Los Roquitos » dispararon hiriendo a otros dos. Quien se atreve a soltar tales insultos creo sabe que en tiempos normales, si en una casa disparan matando o hiriendo a alguien que pase por la calle, las autoridades, recurrirán a las fuerzas armadas que por lo corriente era la Guardia Civil. En este caso concreto las Autoridades no pudieron llamar a este cuerpo porque se encontraba en el Alcázar, así pues, tuvieron que recurrir a otros medios. ¿Es por ello que cometieron el delito de « allanamiento de morada »?
No diré nada de esa imbecilidad de los corderos colgados en los pozos, sólo apuntaré que los soldados marroquíes se apoderaron de cabras de los republicanos y las vendían por la calle.
En la página dos cuenta o le cuentan otros disparates. Es « hipotético » el que Juan Aguado y compañía « hubieran cometido algún delito ». Pues, al parecer para el autor, el tirar una bomba a la comisión que las Autoridades enviaron a su casa y el disparar acto seguido en otras casas matando e hiriendo a varias personas no es delito y el hecho de que a Aguado se le detuviera en una fecha y se esperase para ejecutarle el 2 de agosto no indica nada sobre su juicio y condena. La demora en el fusilamiento del Jefe de Falange demuestra que hubo un juicio.
En todo lo referente a la Iglesia y a la religión, el autor parece ignorar que la Iglesia apoyó la Rebelión y que por esta causa, el Estado decretó la incautación de sus bienes públicos, de ahí que en La Torre se empleaba la ermita de San Roque para meter paja, pues los trabajadores de la colectividad no tenían otro sitio adecuado.
Otra anécdota que narra es que si los facciosos estaban encerrados en sus casas no podían haber asesinado ni enterrado a nadie en el campo. La verdad de esto es que cuando las tropas rebeldes entraron en el pueblo, mataron a varias mujeres del pueblo de edades avanzadas y las enterraron en las inmediaciones de Verciana, cerca de Méntrida.
En la página tres dice otra sandez el autor desconocido del blog del PP de La Torre : las Autoridades, Pedro Caballero y Eudaldo Serrano Recio, no cumplieron con sus obligaciones. Justamente es lo que hicieron, cumplir con sus obligaciones, sofocar la sublevación fascista. Para ello se vieron obligados a pedir refuerzos a Madrid y a Valmojado de donde acudieron grupos de milicianos armados de fusiles y sitiaron las casas de los sublevados. En los pueblos de alrededor, la obligación de las Autoridades fue distinta porque no hubo sublevación fascista.
Otro punto : según le « han contado » Juan Aguado, con dinero que al parecer le facilitó la C.E.D.A. (Gil Robles), construyó las escuelas. Si esto fue así ¿cómo es que la Junta Municipal del Frente Popular, más bien su tesorero, Eudaldo Serrano, poseía el dinero en bonos del Estado? También ignora este individuo –no se lo han contado- que Valentín Recio (1) se presentó en 1940 en Madrid en la prisión de Yeserías, donde estaba su primo Eudaldo Serrano Recio, acusado de rebelión, a preguntarle dónde estaba el dinero que había sobrado de la construcción de las escuelas.
Eudaldo que era el tesorero y por eso guardaba los bonos del Estado facilitados por el Gobierno del Frente Popular le contestó : « Hasta abril de 1939 los bonos estaban en mi casa para ajustar las cuentas cuando se pudiera, pues las escuelas aún no estaban del todo terminadas, pero a partir del 13 de abril en que los falangistas entraron en mi casa y me detuvieron, los bonos desaparecieron, así es que tú puedes averiguar que es lo que hicieron con tales bonos. »
Otra ignominia de este anónimo (que por ser vecino de La Torre lo sabe todo cuando los demás no saben nada) : la calle hoy llamada de José Antonio de Primo de Rivera, durante la República se llamaba de « Los Mártires de Jaca », en honor a Galán y García Hernández, fusilados en el período del reinado de Alfonso XIII . Pedimos que se la cambie de nombre.
En efecto, José Antonio Primo de Rivera se sublevó contra el régimen democrático antes que el mismo Franco y el pueblo no debe nada a este promotor del Fascismo. Y si este individuo no hizo nada por el pueblo, ¿ qué es lo que hizo su amigo Juan Aguado ?
Así pues, según la idea de este valiente historiador anónimo, los vecinos que defendieron la democracia y fueron por ello asesinados « no son merecedores » de que se ponga ninguna calle a su nombre, pero sí lo son los que se sublevaron contra el régimen instaurado con la mayoría de los españoles.
En la página 4 se atreve el anónimo historiador a amenazar a las autoridades actuales, instándolas, colmo del cinismo, a que no hagan caso alguno a nuestra petición o lo que es lo mismo, a que se burlen de la Ley de Memoria Histórica y de los dictados del Consejo de La Unión Europea.
(1) (Gabino García Cortés le menciona (con Pedro Caballero Bermúdez) en su « relación de alcaldes » de la Villa, entre 1930 y octubre del 36, precisando que « falta documentación » entre esas fechas, en su libro de 1990 : « Historia de la Villa de la Torre de Esteban Hambrán »)
Daniel Serrano Recio, París, 21-12-2009
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